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lunes, 15 de agosto de 2011

Las creencias no son malas... La moral de los creyentes algunas veces sí.

Siempre me han preocupado aquellas personas que denominan un hecho de manera diferente según les conviene. Realmente me asusta el que denomina asesinato la acción que mata a su amigo y heroicidad la que mata a su enemigo.

También trabajando como médico, me han preocupado las personas que me solicitan que no le diga la verdad al paciente sobre su dolencia y que quieren decidir por él lo que le conviene y lo que no le conviene.

Una vez dicho esto, pueden entender que me preocupe cuando un creyente, denomina a  la persona que realiza el mismo hecho de abandonar una fe o creencia para abrazar a otra: converso o renegado, según sea abandonada o aceptada la fe o creencia del que califica la acción.

Me preocupan esas personas que juzgan de una forma moral y abandonan las actitudes éticas, porqué con seguridad no han evolucionado hacia una moral adulta y se han quedado en la moral de los niños o como máximo de los adolescentes.

La conciencia moral de los niños es de tipo pre-convencional, los niños deciden lo que está bien o está mal en relación al placer o a la evitación de displacer que le produce la acción, y es por eso que precisan el avisador que habitualmente se ha denominado “castigo” para interpretar como mala o productora de displacer la acción realizada.

Los adolescentes tienen una moral de tipo convencional, ya son capaces de evaluar los resultados de su acción, un adolescente hará o no una acción en relación a que pienso o no que tendrá una consecuencia negativa o no. Pero también los adolescentes empiezan a funcionar por comparación y en sus inicios argumentales utilizan la famosísima frase “a mis amigos sus padres sí les dejan”.

Cuando llegamos a la moral de los adultos de tipo post-convencional, hemos de ser capaces de decidir lo bueno o malo de una acción o situación por argumentos, y también de introducir las premisas éticas en la evaluación. Las respuesta de adultos como “siempre ha sido así” , “todos los demás lo hacen”  y  “esta es mi o nuestra posición” nos llevan a determinar que ese adulto no ha llegado a la fase de conciencia moral post- convencional y desgraciadamente los estudios demuestran que el 80% de los adultos no llegan nunca a ese nivel.

Hemos de ser capaces de argumentar nuestras ideas, creencias y acciones, y no dejarnos arrastrar por lo habitual, lo cultural, la norma y ese horrible incapacitador que es la pertenencia.

Como ejemplo: Galileo cuestionó un creencia general: La idea de geocentricidad, por la cual fue encarcelado y finalmente tuvo que retractarse para evitar el presidio. Pero realmente a Galileo no le atacó la creencia, le atacaron los que se la creían y fueron incapaces de argumentar.

Desgraciadamente, tenemos demasiados ejemplos de agresiones por cuestionamiento de creencias y me continúan preocupando esos creyentes (no sus creencias) totalmente incapaces de autocriticarse y ser modestos pensado que podrían estar equivocados.

PD: Me preocupan tanto los que creen una cosa como creen otra sin capacidad de argumentar lo creído.



2 comentarios:

  1. Bien expresado, pero quizá algo tenga que ver en todo eso si la "creencia" proviene de experimentación científica y métodos revisables o se asienta en la magia en la que (en una medida u otra) todos hemos caído, caemos y caeremos, por pereza o por miedo. Un saludo!

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  2. Avanzando en tu argumento, los adultos que no han pasado la etapa final post-convencional ¿Deben poder decidir colectivamente algo transcendente?
    Las masas que observo no han pasado esa etapa y resultan previsibles y muy manipulables…
    A pesar de todo creo en la reflexión y en ese 20% restante, que si se moviliza será bueno para el colectivo.

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